Un reto de este siglo: Impacto del clima y el uso en las masas de agua

20 de Mayo, 2020
Artículo de iagua, España

El contexto económico, social y científico previo a la pandemia ha venido siendo escenario de abundante información sobre el cambio climático y su impacto sobre los recursos hídricos. En pleno siglo XXI, un pequeño agente ha desencadenado y propagado una crisis mundial para la que no estábamos preparados, y ha barrido de los medios de comunicación otros problemas. Entre ellos, los impactos que sufren nuestras masas de agua.

Desde la aprobación en la Unión Europea de la Directiva Marco del Agua en 2000, hemos conseguido numerosos avances en la conservación del agua y los ecosistemas, si bien aún quedan cuentas pendientes. Mejorar los sistemas de depuración, asumir que el caudal ecológico no es pérdida sino inversión en salud, aumentar el control de la calidad y los usos del agua, diversificar estos usos para disminuir nuestra vulnerabilidad, desarrollar planes de contingencia para situaciones tan imprevisibles, pero a la vez probables como la crisis sanitaria actual, concienciar a la sociedad (es decir, formar e informar) para que lo anterior sean sus demandas irrenunciables…

En España, el turismo y la agricultura son relevantes en el mercado laboral nacional, y coinciden además como núcleo económico en regiones con consumos anuales de agua que suelen exceder los recursos hídricos renovables. Para ello, la gestión de las reservas de agua se hace plurianual gracias a la red de embalses, que amortigua nuestra variabilidad climática. Las tendencias observadas indican un incremento generalizado de la temperatura media y una mayor torrencialidad de la precipitación que puede conllevar una disminución de la cantidad disponible de recursos hídricos. Los estudios apuntan que estas tendencias se mantendrán en un futuro próximo y podrán acentuarse a largo plazo.

«Aunque optimicemos la eficiencia de uso de la unidad de agua, la conclusión es que no podemos seguir aprovechando toda el agua disponible»

Sin embargo, el orden de magnitud de estas pérdidas no supera la merma de caudal en nuestros ríos por los usos del agua durante el siglo XX. Hablamos no tanto de que se prevean condiciones naturales de deterioro del agua y los ecosistemas, sino de que las condiciones actuales de uso de recursos hídricos serán insostenibles y, así, una parte importante de nuestra forma de vida como sociedad.

Aunque optimicemos la eficiencia de uso de la unidad de agua, la conclusión es que no podemos seguir aprovechando toda el agua disponible. Las consecuencias sobre el medio se pueden resumir en un desequilibrio del régimen natural de los ecosistemas y, en un extremo, su fallo irreversible y la pérdida de biodiversidad. Hoy ya sabemos que ello genera proliferación de especies dominantes, no siempre deseables, mutaciones, fallos en toda la estructura ecosistémica y, entre otros impactos, deterioro de la calidad del agua. ¿Estamos preparados para absorber una emergencia proveniente de la escasez de agua? No ya un patógeno que se propagase por el agua en vez de por el aire como el actual, sino la falta de calidad para la vida o una escasez irremediable por un desequilibrio aún mayor entre aportes y consumos. ¿Podremos mantener nuestros consumos de agua en un futuro más escaso sin causar daños ecológicos irreversibles?

El agua no es solo un recurso, sino un bien a conservar, y la conservación del medio no es una ideología: es supervivencia básica de la humanidad. ¿Aceptamos el reto de afrontar una nueva crisis mejor preparados? España tiene experiencia acumulada como gestores del agua en escasez, y podemos aprovechar las enseñanzas aprendidas en esta crisis sanitaria para mirar a un bien vital, el agua, y hacer de su conservación una fuente de actividad, con profesionales, tecnología, planificación y políticas de gestión exportables a muchos puntos del planeta. Este planeta que nos manda un mensaje claro: estamos usándolo al límite. La actual situación excepcional debe servirnos para abrir los ojos ante futuras crisis y prepararnos para ser más fuertes y resilientes. Y en ese reto, invertir en investigación que apoye los desarrollos tecnológicos, económicos, ambientales y sociales es una necesidad irrenunciable.

Fuente: iagua.es

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